Un día de ensueño
Era una
hermosa tarde en la mágica laguna Quilotoa, pensó José, y se dijo a sí mismo: Es muy bueno para ser verdad, no hay nada más perfecto que ver el atardecer tomado de la mano de tu
prometida, reposando en los más cómodos prados, luego de que ella aceptara ser
tu esposa debajo de un jardín colgante natural...
... Entre las
miradas que él y su prometida se dan, José empieza a sentir unas agudas
pulsaciones en su pecho, siente como si se fuera a desmayar, los impulsos
eléctricos recorren todo su cuerpo, su visión se va desvaneciendo y entonces,
de un brinco que inició en su pecho, se despierta abruptamente, intenta abrir
lentamente sus ojos, pero sus párpados le pesan y además percibe una luz
cegadora justo encima de él; de pronto se da cuenta donde está, ya no ve los
hermosos prados, la mágica laguna, ni el jardín colgante, ahora solo ve a
médicos, agujas y sangre, mucha sangre que lo rodea. Con un enorme esfuerzo
intenta preguntar a través de la máscara del respirador pero finalmente se
desmaya.
José vuelve
a despertar, aún somnoliento por las medicinas consigue llamar a una enfermera
y un doctor que estaban cerca y les pregunta ¿dónde está
Olivia?, ¿dónde está su amada?. la enfermera y el doctor se miran entre sí,
inhalan profundamente y le relatan lo acontecido:
- La cámara de
seguridad lo grabó todo - indica el doctor - Cuando usted y su
novia iban en la carretera 55 camino a la laguna Quilotoa intentando rebasar el
tráiler que iba al frente, se soltó el cargamento lateral del trailer y cayó
del lado del copiloto, el auto patinó pero al poco tiempo se chocó con otro
carro que venía en dirección contraria. Los encargados de revisar las cámaras
avisaron a este hospital y enviamos paramédicos de inmediato, pero…
- Doctor
dígame dónde está ella - interrumpió José desesperadamente
- La
enfermera contesta - Lo lamentamos pero su acompañante falleció al
instante del accidente, usted ha estado inconsciente por 3 días, ahora está con
signos vitales estables pero quizás nunca más vuelva a caminar.
Era una hermosa tarde en la mágica laguna Quilotoa, pensó José, y sollozando se dijo a sí mismo: era muy bueno para ser verdad.
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