lunes, 14 de noviembre de 2016


Un día de ensueño



Era una hermosa tarde en la mágica laguna Quilotoa, pensó José, y se dijo a sí mismo: Es muy bueno para ser verdad, no hay nada más perfecto que ver el atardecer tomado de la mano de tu prometida, reposando en los más cómodos prados, luego de que ella aceptara ser tu esposa debajo de un jardín colgante natural...

... Entre las miradas que él y su prometida se dan, José empieza a sentir unas agudas pulsaciones en su pecho, siente como si se fuera a desmayar, los impulsos eléctricos recorren todo su cuerpo, su visión se va desvaneciendo y entonces, de un brinco que inició en su pecho, se despierta abruptamente, intenta abrir lentamente sus ojos, pero sus párpados le pesan y además percibe una luz cegadora justo encima de él; de pronto se da cuenta donde está, ya no ve los hermosos prados, la mágica laguna, ni el jardín colgante, ahora solo ve a médicos, agujas y sangre, mucha sangre que lo rodea. Con un enorme esfuerzo intenta preguntar a través de la máscara del respirador pero finalmente se desmaya.

José vuelve a despertar, aún somnoliento por las medicinas consigue llamar a una enfermera y un doctor que estaban cerca y les pregunta ¿dónde está Olivia?, ¿dónde está su amada?. la enfermera y el doctor se miran entre sí, inhalan profundamente y le relatan lo acontecido:
- La cámara de seguridad lo grabó todo - indica el doctor - Cuando usted y su novia iban en la carretera 55 camino a la laguna Quilotoa intentando rebasar el tráiler que iba al frente, se soltó el cargamento lateral del trailer y cayó del lado del copiloto, el auto patinó pero al poco tiempo se chocó con otro carro que venía en dirección contraria. Los encargados de revisar las cámaras avisaron a este hospital y enviamos paramédicos de inmediato, pero…

- Doctor dígame dónde está ella - interrumpió José desesperadamente

- La enfermera contesta - Lo lamentamos pero su acompañante falleció al instante del accidente, usted ha estado inconsciente por 3 días, ahora está con signos vitales estables pero quizás nunca más vuelva a caminar.

Era una hermosa tarde en la mágica laguna Quilotoa, pensó José, y sollozando se dijo a sí mismo: era muy bueno para ser verdad.

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