Entre el callejón de la muerte y el precipicio del diablo
El callejón era angosto y oscuro,
las calles estaban sucias, desoladas y con monte creciendo sobre los bordes de
la acera, las luces de los postes estaban apagadas o tintineantes y en las
casas las personas no se asomaban por miedo a que la suerte les juegue una mala
pasada con alguna bala perdida.
Brayan Tomalá corría con gran
temor, esquivando las balas que a la distancia le disparaba un fulano desde la
parte de atrás de una moto con una pistola artesanal mientras todos sus pecados
pasaban por su mente, jurando al cielo que iba a cambiar si salía ileso de
ésta, arrepintiéndose de haber pasado por esa calle, ese día.
Al final del callejón de la
muerte divisó una tenue luz y alcanzó a escuchar un ligero ruido de carros,
música y algarabía, Brayan sintió una ligera esperanza y empezó a recobrar fuerzas de donde no tenía. Tras
correr por 9 cuadras, para llegar hasta el bullicio, lo que halló no fue lo que
esperaba…
Al final de la calle, Brayan
Tomalá, sólo encontró más monte, sangre y un precipicio; la tenue luz era
provocada intencionalmente para crear un ambiente sombrío donde no se pudiera
identificar fácilmente a las personas y cadáveres que allí se encontraban en
medio de la noche; el bullicio y la
algarabía eran producto de una música de rock pesado y personas que, saltando
en rondas, se chocaban unos con otros con exacerbación mientras consumían
alcohol y drogas.
Debido a la impresión que le
causó tal escena, Brayan Tomalá no se había percatado que sus persecutores ya
no estaban y se hizo la pregunta con respuesta obvia ?porque estas personas
armadas con ansias de matarlo se habrían
alejado?
En la mañana siguiente el titular
de crónica roja de la prensa amarillista decía "Muerte brutal y
desmembramiento en el cerro los colorados: hallan los cadáveres de cinco
personas y dos cabras”.
Lo que sucedió allí, sigue siendo
un misterio…
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