martes, 15 de marzo de 2016

Entre el callejón de la muerte y el precipicio del diablo



El callejón era angosto y oscuro, las calles estaban sucias, desoladas y con monte creciendo sobre los bordes de la acera, las luces de los postes estaban apagadas o tintineantes y en las casas las personas no se asomaban por miedo a que la suerte les juegue una mala pasada con alguna bala perdida.
Brayan Tomalá corría con gran temor, esquivando las balas que a la distancia le disparaba un fulano desde la parte de atrás de una moto con una pistola artesanal mientras todos sus pecados pasaban por su mente, jurando al cielo que iba a cambiar si salía ileso de ésta, arrepintiéndose de haber pasado por esa calle, ese día.

Al final del callejón de la muerte divisó una tenue luz y alcanzó a escuchar un ligero ruido de carros, música y algarabía, Brayan sintió una ligera esperanza y empezó  a recobrar fuerzas de donde no tenía. Tras correr por 9 cuadras, para llegar hasta el bullicio, lo que halló no fue lo que esperaba…

Al final de la calle, Brayan Tomalá, sólo encontró más monte, sangre y un precipicio; la tenue luz era provocada intencionalmente para crear un ambiente sombrío donde no se pudiera identificar fácilmente a las personas y cadáveres que allí se encontraban en medio de la noche; el  bullicio y la algarabía eran producto de una música de rock pesado y personas que, saltando en rondas, se chocaban unos con otros con exacerbación mientras consumían alcohol y drogas.

Debido a la impresión que le causó tal escena, Brayan Tomalá no se había percatado que sus persecutores ya no estaban y se hizo la pregunta con respuesta obvia ?porque estas personas armadas  con ansias de matarlo se habrían alejado?

En la mañana siguiente el titular de crónica roja de la prensa amarillista decía "Muerte brutal y desmembramiento en el cerro los colorados: hallan los cadáveres de cinco personas y dos cabras”.

Lo que sucedió allí, sigue siendo un misterio…


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