LA LENGUA TE DELATA

"YO  y  mi  BOCOTA"

“El pez por su boca muere”, suele decirse.  Y eso que los animales no son capaces de expresarse con palabras, y por ello sus pensamientos se mueven en una esfera no verbal, como asociaciones de imágenes, sonidos, olores, sensaciones táctiles, etc., sin traducirlos a un lenguaje específico, lo cual dificulta o incluso imposibilita el trabajo con ideas abstractas.  El hombre, por el contrario, verbaliza lo que piensa.  Esto le conduce a la asociación de significados emocionales profundos a las palabras, hasta el punto de que la sola lectura de un poema o una novela es capaz de evocar en él sentimientos y fantasías que no corresponden con la simple realidad de estar mirando una hoja de papel.

Tan profundo es este vínculo entre la esfera afectiva y el lenguaje que desde hace tiempo la psicología desarrolló la técnica de asociación de palabras con el fin de revelar elementos escondidos en el inconsciente.  De hecho, la experiencia diaria suele llevar incluso al individuo común a extraer conclusiones interesantes sobre la personalidad de sus semejantes con tan solo escucharlos hablar unos breves minutos.  Un conocido adagio reza “dime con quién andas y te diré quién eres”.  Casi podría decirse que hemos parafraseado el refrán hasta adaptarlo a nuestra vida con un “dime cómo hablas y te diré quién eres”.

Los ejemplos sobran, hasta el punto de ser objeto de prejuicios.  Con el solo acento y unas pocas palabras deducimos de qué ciudad es tal o cual persona, qué nivel cultural tiene, si nos simpatiza o nos provoca antipatía, etc.  No falta quien se siente atraído por alguien y el encanto se desvanece apenas el objeto de tantas ilusiones comienza a hablar.  Un discurso bien pronunciado de un completo desconocido puede resultar tan impresionante como para generar confianza y motivar la contratación para un empleo o decidir el sufragio electoral.  Como decía Velasco Ibarra: “Denme un balcón y seré presidente”.

"Más rápido cae el mentiroso que yo"

Un conocido maestro recalcaba que nadie es capaz de esconder lo que hace.  La verdad sale a la luz de una manera u otra, inexorablemente.  Lo que somos se ve, más temprano que tarde, en un sinfín de detalles, y uno de los más notables es nuestra lingüística.  Nuestra cultura, nuestras ideas, nuestro estado de ánimo, nuestros valores y defectos, nuestras seguridades y complejos, nuestros deseos y aspiraciones, todo se nota en lo que decimos.  La incoherencia entre nuestros lenguajes verbal y no verbal genera desconfianza y nos hace quedar en ridículo.  No es posible engañar al mundo por mucho tiempo: “más rápido cae el mentiroso que el ladrón”.

Observemos nuestro lenguaje y nos conoceremos a nosotros mismos. “De la abundancia del corazón habla la boca”, dice la Biblia.  Si nuestro lenguaje es vulgar y limitado, si nuestros temas de conversación son banales y chabacanos, o si dedicamos nuestro tiempo al chisme, la crítica destructiva u otros asuntos poco edificantes, eso nos dará una pauta de los aspectos de nuestra personalidad que debemos pulir.  Si nuestro lenguaje el comúnmente correcto, pero el estrés lo cambia, eso es un indicio de que necesitamos corregir algo en nuestro interior.  Esforcémonos en vivir de modo que no tengamos que disfrazarnos para ser queridos.

 Creado por: Gloria Toala